La calle de las ganas de llorar

Son tristes todas las historias que cuentan en la calle de las ganas de llorar, por lo bellas que eran antes del final.

Los tristes edificios que rodean este valle de sueños rotos enmarcan un desfile de corazones destrozados que no saben dónde parar. Sus baldosas son húmedas, brillantes y saladas, y se deslizan a través de los ecos de los besos y caricias que ya nunca volverán. Los portales pintan sonrisas casi olvidadas que recuerdan el principio. Las sombras en las paredes dibujan miradas eternas que se han grabado a fuego y que permanecen en su sitio aún cuando se apaga el día y se acerca la noche, que es larga y viene para despertar. Y en el suelo quedan huellas que marcan mis pasos pasados. Ya he estado aquí, ya he paseado por esta calle y siempre acaba igual. Pequeñito, andando contra el viento, siguiéndome una lluvia de pequeñas gotas afiladas de hielo que caen sobre mis hombros hundiéndome, con el corazón encogido tirando de los labios para enseñar una sonrisa que no es de verdad. Con preguntas y lamentos de por qué he vuelto a esta calle si ya no la quería ver más. Con un puño apretado en el estómago y unos ojos apagados, mirando al suelo.

            Y cada vez que paso por esta calle, la luna se queda un pedazo de mi inocencia, y voy dejando de creer en las mágicas historias que pensé que iban a llegar, y voy creciendo a la vez que encogiendo hacia un destino sin color, sin ilusión, sin todas las cosas que tuve antes del final.

           No sé si la historia acabó antes de empezar, ni cuántas veces más se repetirá. Sólo sé que estoy andando una vez más por la calle de las ganas de llorar.

1 comentario:

  1. Maravillosa descripción, maestro. Has conseguido que me viera a mí misma caminando por esa calle que también he visitado unas cuantas veces. Si mil veces la cruzamos, mil veces saldremos de ella.
    Al final, lo que todo esto demuestra es que seguimos vivos.
    Un abrazo.

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